¿QUIEN TIENE LA CULPA?
Por Edgardo A. Villalobos Jaén. 23 de agosto de 2020.
Esa vieja canción de la infancia, que hablaba de unos elefantes que se balanceaban sobre la tela de una araña…, y sin preguntar más, como vieron que resistía, invitaron a otro elefante más a balancearse. Y así va la canción… ¿Hasta cuándo?, hasta que se acaben los elefantes, hasta que se rompa la tela de araña…, hasta que me canse de cantar.
“Le humane”, que abarca a todos los géneros, reales o inventados – y establezco claramente mi pasiva resistencia a la Ideología de género, para los efectos de este escrito, aunque en verdad, reivindico mi libertad a no aceptar una imposición de este calibre-; como decía, los humanos se han debatido en lograr dominar las fuerzas de la naturaleza para lograr vivir mejor, más seguros, más confortables. En realidad, lo que quiere, más que dominar, es vencer y superar las limitaciones naturales.
Estamos los ingenieros, que desarrollamos e inventamos artefactos, hábitats, puentes, carreteras, máquinas de lavar, hornos para cocinar, refrigeradoras, autos, aviones, naves espaciales, máquinas de rayos X, resonancia magnética, herramientas, computadores, programas para computadores, secadoras de cabello, un real etcétera (en latín significa, y todo lo demás). Pero todo esto se diseña y construye para una capacidad limitada que, sobrepasada, terminara colapsando el artículo, y si es un vehículo, colapsando a su ocupante. También, le hemos prestado nuestras habilidades a la actividad más antigua: dañar a otros: armas, bombas, tanques, refugios antibombas, etc. Todo con un límite de capacidad. Entonces, está la otra parte: el que pone los elefantes, el usuario que, muchas veces, desconoce o no le interesa estos límites y lleva al objeto al punto de colapso, y ¡el cantante, que debería vigilar al que fabrica y al que usa!
Y la pregunta del título, si hay un colapso, ¿quién de los tres tiene la culpa?, ¿el que fabrica, el que usa o el que vigila? ¿uno de ellos, o dos de ellos, o los tres? Y falta la diosa Fortuna, la suerte o la mala suerte, también tiene la culpa. Por lo general, si los tres no pueden sostener su inocencia le echarán la culpa a la suerte, un acto de Dios, o un acto de Satán. El acto de la suerte es en realidad la negligencia individual o colectiva de alguno de ellos. La negligencia, la incapacidad, la ignorancia, el no me interesa, el negocio, la coima, la viveza, la procrastinación, terminan todas alimentando a la Fortuna. Todos los seres humanos somos susceptibles a estos factores de suerte. Tenemos límites También; no somos cuidadosos en hacer nuestras tareas completas; nos distraemos, y, nuevamente, etcétera.
Ser indulgentes con nosotros; eso es imposible; alguien debe tener la culpa. Esos ingenieros son unos incapaces, incompetentes. Dicen que esto funciona, y se dañó. Observe la construcción; el objeto se dañó…, por sí solo, mágicamente. Y en ningún momento aparece el creo que no lo usé bien. En ingeniería y construcción, tenemos muchos ejemplos de daños por mal uso, abuso, ignorancia. No hay forma de colocar en una hoja de garantía que no nos hacemos responsables por el mal uso. Lo más que se ha podido colocar es que no intente repararlo usted mismo. Y, ¿qué pasa con otras profesiones? Pues los abogados tienen el negocio de defender la razón de sus clientes, sea cual sea pues al final un juez decide…quien tiene la razón. Han logrado no ser responsables de las decisiones del juez. Pero en ese negocio es difícil conseguir un vigilante para saber si lo están haciendo bien o mal. Al final, el que pierde no sabe si su abogado lo hizo muy bien, pero en verdad, sí era culpable, o su abogado no sirvió para nada, y sus argumentos no fueron mejores que el de la contra. Muchos factores para poder saber quién tiene la culpa en realidad. Pero lo cierto es que se decide quién la tiene, y ese paga por todos.
Y la medicina…, bueno, desde el inicio de la humanidad hay por naturaleza unos límites de la capacidad del ser humano en enfrenar su propio metabolismo, los riesgos de un mundo hostil y cambiante y, por qué no decirlo, la seguridad de que nadie sale vivo de aquí. La vida es un acontecimiento y la muerte es el final seguro. Entonces, en el lapso entre nacer y morir enfrentamos una gran cantidad de amenazas naturales y no naturales. El cuerpo humano, no diseñado ni construido por la ciencia humana, tiene habilidades para generar las soluciones para enfrentarse a lo que llamamos enfermedad; puede curarse por sí mismo. Pero es más profundo; en realidad, es la única forma; el cuerpo se cura a sí mismo. Cuando el origen de la enfermedad vence esta capacidad, el cuerpo decae y puede colapsar. En teoría no hay razón para no vivir para siempre, pero se ha descubierto que la naturaleza tiene definida la forma de hacer obsoletas la funciones, y poco a poco disminuir la capacidad del cuerpo y hacerlo más susceptible al colapso. El objetivo de la vida humana no es algo trascendental desde el punto de vista físico. El objetivo es desarrollarse para poder reproducirse y lograr, a través de la descendencia, extender la supervivencia de la especie. Una vez logrado esto, la vida corporal no tiene más sentido que esperar la degradación y la muerte. Pero logramos extender esta opción y creemos tener otras razones para seguir vivos: escribir un libro, sembrar un árbol, dañar a nuestro prójimo, consumir lo recursos, dominar al mundo.
Cuando el cuerpo parece no poder curarse, aparecen los que dicen que pueden hacerlo; desde Chamanes, hasta doctores de alta especialidad. La alopatía, toma rápidamente como ayuda, una batería de remedios, medicinas, químicos que, supuestamente, logran lo que la naturaleza no. Y si no funciona, igual que otras acciones del ser humano, es culpa de la Fortuna. No había remedio, se hizo todo lo posible. ¿Quién tiene la culpa? Los médicos saben trasladar su responsabilidad hacia todos los alrededores, desde, no tengo insumos, hasta el paciente no vino a tiempo, no se cuidó él mismo. Lo cierto es que en esta ciencia la ignorancia de muchos aspectos de la vida y la muerte son totalmente desconocidas. Una vez más, hay límites, pero a diferencia de los ingenieros, el cuerpo humano no tiene manual de diseño, y lo que sabemos se ha ido aprendiendo con lo único que tenemos: la ciencia, la observación, la experimentación. ¡Sin garantías! Es necesario que todos entendamos estos límites, que un médico no hace milagros, tal vez sea instrumento del milagro, pero no los hace él. Que está más expuesto que otros profesionales; que receta medicamentos que el mismo no puede garantizar; que hace procedimiento que él no está seguro de que hagan más daño que curar; que pertenece a una logia que da órdenes y esconde cosas. Cuando un arquitecto o un ingeniero terminan una obra, todos critican y todos encuentran fallas; es normal. Cuando criticas a un médico, la respuesta es que tú no eres médico o enfermera. Existe un monopolio de la verdad; qué verdad, dónde está esa verdad.
No hay auditoria pública y transparente sobre la actuación de un médico, en alguna situación. Como los juicios militares, es un tema secreto. Pero ¿tienen la culpa? En este caso hay que decir que no, pero la quieren tener. Te ordenan, deciden por ti, no te saben explicar de forma sencilla qué tienes, a veces ni siquiera ellos entienden qué tienes. Una vez, usaron sangrías y sanguijuelas. Tomaron las herramientas de los ingenieros y te quitaron partes, usaron los químicos y te los hicieron tomar. Aceptan cosas que nadie ha visto, dependen de investigadores, físicos, biólogos, farmaceutas, ingenieros, higienistas, contadores, administradores, camilleros, conductores, laboratoristas…y, sin embargo, no lo recuerdan, el paciente es salvado solo por ellos. Exigen altos salarios, se lo merecen, pero no les interesa si los demás también se lo merecen. Juran que estudian más que un físico nuclear, o que un ingeniero. Tienen series de televisión glamorosas; los abogados también. Los ingenieros somos aburridos. ¿En donde está ese nivel de importancia de la medicina?, pues, en que todos quieren vivir más; todos quieren vivir sanos. Están dispuestos a pagar fortunas por eso. Hay recursos concentrados en tratar de vencer a la naturaleza. En torno a la medicina hacen negocio los de siempre; los inventores de remedios, curas y medicamentos -muchos que no funcionan-, pero siempre existirán excusas para decir, que este medicamento parece que no funciona en usted, probemos otro medicamento; y sigue pagando. Los que hacen este negocio, no necesariamente son médicos; los usan para montar sus negocios; las farmacéuticas, tan poderosas como los fabricantes de armas. Y cuando este poder se une con desquiciados, que toman lo poco que sabemos de genética, química y lo usan, ¿para que más?, dañar a los demás.
Hablemos de la culpa. Año 2020, se declara la primera pandemia. Pero hubo otras epidemias y pandemias. Ninguna fue formalmente declarada. Ninguna tenía protocolos reales y ficticios para enfrentarla. Y, por primera vez, observamos que la salud en España la dirige un filósofo, no un médico; y que el director de la Organización Mundial de la Salud es un político etíope defensor de regímenes totalitarios y genocidas, y no es médico. Que una doctora chilena es la directora mundial de derechos humanos, expresidenta e incompetente. Los inventores del virus han negado su culpa, le echaron la culpa a un murciélago y a los que les gusta comer murciélagos. Y lo peor no es lo grotesco del engaño, sino lo rápido que medios de comunicación y gente supuestamente educada repitió, sin pruebas y sin criterios, estas mentiras dichas por quienes hemos mencionado. Y hay consecuencias. Humanidad encerrada, por miedo. Economía detenida, trabajos destruidos, negocios cerrados a nivel mundial. Políticos mintiendo, engañando dentro de su ignorancia. Una gran cantidad de individuos aprovechando la situación para obtener riqueza y poder. Desconocimiento del virus, de su cura, de cómo afecta al ser humano. Su origen, sus mutaciones, sus increíbles habilidades para no desaparecer, y, sin embargo, es detenido por el lavado de manos, las mascarillas y el distanciamiento. ¿Quién tiene la culpa? De los contagios, los enfermos asintomáticos; se han inventado cosas, como esto último, enfermos asintomáticos; o sea, como un mosquito que no se enferma, pero que transmite la enfermedad. Hay humanos que se enferman y hay humanos vectores. ¿Cuándo ha sucedido esto?
Y la naturaleza, Fortuna es culpable. Pero la naturaleza tiene un mecanismo del que copiamos para hacer las vacunas. Copiamos un mecanismo natural y una vez más somos mejores que la naturaleza, superiores; es más la naturaleza debe ser evitada porque es más peligrosa. Y, ¿adivinen?, hay gente que se lo cree. La inmunidad usada antes de las vacunas contra paperas, el sarampión, donde muchos generamos inmunidad confrontando la enfermedad, en este caso, alguien – ¿quién? -, ha decidido por todos, que la naturaleza no aplica. Los españoles aceptaron públicamente que nunca tuvieron un comité de expertos que aconsejara lo que se debía hacer. Una doctora de la OMS ha repetido varias veces, y atacada por sus compañeros, que los asintomáticos no trasmiten la enfermedad. Hay quienes argumentan que existen sospechas de que las vacunas antigripales debilitan las defensas naturales de grupos etarios. ¿Alguien vigila las vacunas? Como son gratis, no vemos cómo están hechas. Esta gente les dijo a los gobiernos que no hicieran autopsias, y ningún médico protestó; en realidad nadie protestó. Una evidencia de errores fue anulada para poder seguir mintiendo, como descubrieron los médicos italianos al hacer las autopsias no recomendadas y descubrir mecanismos distintos que mataban a la gente.
Toda cura debe venir de los laboratorios indicados. ¿Qué sucedió con aquellos doctores que preparaban sus remedios? Confiados en aparatos que fallan, en sistemas que fallan, en protocolos no escritos. Uniéndose a una cadena de ignorancia para no ser culpables. Pero es que, seguir en la ignorancia es ser culpable; atenerse al principio precautorio, que dejaría que alguien se ahogue porque yo no se nadar para salvarlo. Y, ¿por qué no sé nadar?, porque nadie me enseñó; otro tiene la culpa. El principio precautorio inventado como tal por ambientalistas que, a tono de encontrar a sus culpables, te convencen de vivir como troglodita, menos ellos, para proteger a la naturaleza. Ignorancia superior, que sin saber absolutamente nada de clima, defienden los postulados del cambio climático. No hay ni uno solo que te sepa explicar científicamente, bueno, lo que no se puede explicar. Y como estos cucos no nos asustaron, usaron el mejor, ¡llegaron los zombies! Entendamos que, en esta pandemia, el enemigo es otro ser humano, que, con síntomas y sin síntomas, es un portador. Que, si no usa mascarilla, es peligroso. Que se tiene que lavar las manos y usar el irritante gel alcoholado, vendido como oro líquido por los especuladores.
Y nadie explica nada. Los secretos de los fabricantes de vacunas, tratados como la suprema ciencia, que no explican los peligros de la técnica que están usando y que al final nos usarán como cobayos, pues mejorando a la naturaleza, construirán una vacuna que la propia naturaleza jamás haría. Una vacuna similar a los transgénicos, violando la naturaleza. Aprobada por todos por la necesidad de sentirnos a salvo. En la ONU hay una oficina que combate los peligros de químicos, biológicos y radiactivos, sobre todo en manos de supuestos terroristas. O todo aquel que no pertenezca a los aprobados. Y he aquí el punto. Me ha tocado ver a personas luchando contra los transgénicos aplicados a la industria alimenticia, pero no he visto a nadie verificando su aplicación farmacológica. Pareciera que inyectar cosas no es lo mismo que ingerir alimentos; y me dirán los médicos que no es lo mismo, pero inyectar es más invasivo que alimentar. Tu tracto digestivo tiene protecciones. Si te inyectan se vencen las protecciones.
Pero regresando a la canción, no son los elefantes, no es la tela de la araña…; por primera vez, se trata del que canta. Canta, pero sin hacer nada más. ¿Quién se cree que una telaraña puede con un solo elefante? ¿Quién inventó esa historia y por qué un tipo la canta si él nunca ha visto un elefante sobre la tela de una araña? Y canta el cuento, y otros lo imitan, y nadie pregunta ¿cómo es eso posible? Y lo siguen cantando hasta que se cansan o hasta que alguien descubre lo que es un elefante, y observa la tela de una araña, y a priori, sin mayores pruebas, entiende que esa tela no va a aguantar jamás a ese elefante. Entonces, es el cantante el que, repitiendo y repitiendo, difunde el engaño. Bien, al final tenemos un culpable; la pregunta es, ¿culpable de qué?, ¿qué castigo se merece? Será suficiente castigo ser él mismo, en su ignorancia, en su estulticia de repetir lo que no le consta y de fuentes poco fidedignas. Nosotros somos los cantantes y la verdad es que uno se siente confortado, si todos a coro: un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña y como veía que resistía, fue a buscar un camarada. Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña y como veían que resistía, fueron a buscar un camarada…Siempre un camarada más.
5 replies on “Someto a su consideración una contribución del Ing. Villalobos; interesante y controversial, con el fin de abrir un foro de discusión sobre su contenido. Gracias.”
Great post
Este artículo contiene una exposición abierta y franca de la responsabilidad que tenemos cada uno como personas de los acontecimientos que ocurren alrededor. No veo intención alguna, por parte del autor, de condenar a nadie, sino de resaltar, que en este mundo en que todos nos encontramos conectados de una manera o de otra, no podemos eludir las responsabilidades de los acontecimientos pues cada uno se afecta o afecta los demás por acción o por omisión. No podemos tomar la actitud de “dejar pasar”. “hacerse el desentendido” que el autor define en el artículo como “procrastinación”. el boomerang siempre se vuelve contra todos. Me parece genial el artículo
¡que opinan ustedes!
De acuerdo, la responsabilidad es de todos, excelente artículo!!
Potente artículo que toca muchos puntos relevantes hoy en dia, los cuales ameritan honesta discusión y profunda reflexión.
Hágase Según tu Voluntad.
Por Edgardo A. Villalobos J. Panama, 5 de septiembre de 2020.
Hace un tiempo acudimos a una presentación sobre humedales, en la introducción hecha por un personaje académico que remató su presentación indicando que ya los tiempos de la filosofía habían pasado. No más filosofar, ahora eran los tiempos de la acción, de la ejecución, de los hechos. Yo quede petrificado, me toco decir unas palabras protocolares para presentar al experto, pero debí hacer una intervención con respecto a las palabras del académico, solo le dije que el día que la humanidad deje de hacer filosofía, perderíamos toda razón de el por qué debemos hacer las cosas, de lo que nos motiva. Sin filosofía solo somos un conjunto de reflejos de animal, deseos, hambre, instintos. Como decía William Shakespeare, Hamlet. En el Acto II, Escena 2, hay un monólogo, en el que el príncipe Hamlet dice: “Qué gran obra es el hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! ¡Qué expresivo y admirable en su forma y sus movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu, ¡qué semejante a Dios! … ¡La belleza del mundo; el más perfecto de los animales!
En los tiempos que corren, se nos olvida hasta Shakespeare, ni que decir Sócrates, Platón, Spinoza…Kant, el propio Adam Smith que nunca supo que sería llamado padre de la economía, y se concentró en ser Filósofo. Y filosofando hay quienes insisten en llamarlo economista. Entonces uno se trata de sosegar y pensar, a ver si podemos filosofar, hacernos amantes de la sabiduría, sobre todo en estos tiempos. En medio de lo que han querido llamar pandemia, con mucha emoción y poca razón, sin filosofía inicié un ejercicio espiritual y filosófico. Dice la ciencia que puede explicar todo de forma razonada y alejando todo tipo de creencia o superstición. Que podría con el tiempo y estudio curar todo tipo de dolencia o enfermedad.
Aun la pandemia actual no ha sido curada. En realidad hay tantos otros problemas, que podrían calificar como pandemia, como lo son el hambre o la pobreza; la falta de educación, la falta de justicia y por qué no, la infelicidad. Entonces con la fuerza de filosofar deducimos que es la voluntad. Es el inicio, es la base, la voluntad. Pero tengo la voluntad de estar sano, tengo la voluntad de vivir muchos años, y aun así descubro que por mi voluntad mi metabolismo hace lo que alguien más le programo hacer. Aun no descubro como darle órdenes a mis células, no sé cómo ordenarle a mi cuerpo que no se enferme. Puedo ayudarlo a tratar de tener un ambiente favorable para lograr una mejor vida. Es aquí donde debemos entender que no sabemos tanto como creemos, que todavía nos falta mucho y es porque aún no es según nuestra voluntad, sino según su voluntad. Y es su voluntad que sigamos tratando de aprender, que hagamos los esfuerzos y usemos sus dones. Y que comprendamos que debemos ser humildes pues esta máquina biológica no la fabricamos nosotros y solo podemos tratar de descubrir sus secretos.
Es por esto que también debemos entender a que llamamos enfermedad, que según su voluntad esta máquina puede curarse, con un poco de ayuda pero no la curamos nosotros. Podemos ayudar pero a veces también la podemos dañar. Hemos ido aprendiendo, con esfuerzo de generaciones, con la inspiración de la voluntad que él nos presta. Entonces fortalecer nuestra filosofía que es la confirmación de tener un plan. La nueva lucha es proteger lo que se ha avanzado y prepararos para la lucha cultural, contra la deconstrucción, la negación del soplo divino, que nos lleva a no querer hacer, lo que es el mayor presente que nos dio el creador, pensar, razonar para poder ser testigos del gran milagro, entender la creación, nuestra humanidad y como funciona nuestro cuerpo.
Solo para recordar, humildemente, que se Haga Según Tu Voluntad.
Saludos