Lo expresado en esta serie de 13 episodios resalta 4 puntos que hemos querido destacar: la fragilidad de la mayoría de las víctimas de la pandemia; el pánico paralizador y nefasto, creado irresponsablemente; el debilitamiento de la medicina comunitaria, sustituyéndose por el énfasis en la atención hospitalaria; y la mala ciencia (politización de la ciencia).
La manipulación de la ciencia, la política, y los intereses ocultos, han generado un pánico en el mundo que es injustificado; que dio lugar a que se tomaran medidas extremas que han producido daños inmediatos y cicatrices que perdurarán por mucho tiempo. Esta ha sido una pandemia del terror; este comenzó cuando, por alguna razón, alguien empezó a contar los casos y los muertos y publicarlos sin el contexto debido, sin el análisis profundo de lo contenido en el interior de los datos.
Muchas de las recomendaciones dadas al respecto de esta pandemia, tales como el uso de mascarillas, el cierre de las escuelas, el cierre de la economía; la aplicación obligatoria y universal de vacunas, etc., donde la discusión, en base a la evidencia sobre estos temas ha sido corrompida, se han dado motivados por la soberbia que busca el control de los ciudadanos para la satisfacción de los 7 pecados capitales.
Se ha dejado de lado e ignorado a muchos médicos clínicos, salubristas y demás trabajadores de la salud de la comunidad que sí se atrevieron a opinar y recomendar, y que son los que lidian día a día con los problemas de salud de la gente, y que ven la vida desde una perspectiva más integral, práctica y real.
Esto último es un signo de algo más perjudicial aún en esta pandemia: desconocer que la lucha contra esta se debía realizar en la comunidad, que era el verdadero campo de batalla. En toda guerra, el hospital es el lugar donde se reciben los heridos y los muertos, pero las batallas se libran en la comunidad; con esta pandemia, y con cualquiera otra. Esto tiene su fundamento en que la prevención, detección de los casos y trazabilidad de los contactos, se lleva a cabo en la comunidad; en el nivel local, donde los trabajadores gubernamentales y de salud, conocen a su población, sus características, sus problemas, debilidades y fortalezas. Donde, en forma de equipo, se ejecutan las mejores formas de identificar y proteger a los más vulnerables.
Pero para esto, se necesita disponer del sistema y la estructura financiera y de personal necesaria. En gran parte de los países esta estructura está significativamente debilitada. En los Estados Unidos, con la aplicación de la reforma de salud (Afordable Care Act [ACA]), popularmente conocida como Obama care, se facilitó el acceso a los servicios de salud de la gente más necesitada, pero se distorsionó el significado de la estrategia de Atención Primaria de Alma Ata.
Según se desprende del documento de la reforma, se enfatiza en mejorar el acceso a toda la gente a los servicios de atención hospitalaria, lo cual es loable; pero en lo que se refiere a los servicios de atención en la comunidad, este se concentró en brindar servicios a la gente de menos recursos, con recursos de poca calidad.
Sin embargo, de acuerdo con la estrategia de atención primaria, esta debe ir aplicada a todos los segmentos de la comunidad, entendida esta, como, el lugar en donde se desenvuelven las personas en su vida familiar y social y donde estas deben tener acceso rápido, cercano, de calidad y comprehensivo a todos los niveles de atención, incluyendo los preventivos. Esto incluye a todas las personas, sin ninguna distinción, puesto que todas tienen derecho, y, además, el conjunto de ellas condiciona e influye sobre los componentes epidemiológicos.
Este descuido en la salud primaria y preventiva ha llevado a un deterioro de la salud de la gente, en donde condiciones como, obesidad, diabetes y toda una gama de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) ha sido una pandemia silenciosa que ha ido cobrando millones de muertes a lo largo de los años.
Esto, con una acción pálida, modesta y tímida de los organismos internacionales de salud que no han sido enérgicos en denunciar a las empresas alimentarias que nos inundan con alimentos de altísimos contenidos de químicos, azúcar y sal, y de las empresas farmacéuticas que nos inundan de químicos que pretenden substituir los beneficios que producen una dieta sana, ejercicios apropiados, y demás comportamientos saludables.
Este fue el estado de cosas en que apareció esta pandemia de COVID-19, creando lo que ha sido llamado, la “tormenta médica perfecta.